Sabía que este era un planeta primitivo cuando aterricé, pero
nada podía haberme preparado para las rudas bestias que lo
habitan. El escozor de la mano firme de su príncipe en mi
desnudo trasero me enseñó mi lugar en su mundo, pero fue lo
que vino después lo que realmente demostró su dominio sobre
mí. Este bruto alienígena me ha concedido su protección y su ayuda en mi misión, pero el precio es mi total sumisión tanto a sus vergonzosas exigencias como a las de su segundo al mando.Pero lo que más me aterra no es la forma salvaje en que se sirven de mi tembloroso cuerpo. Lo que me hace temblar es la idea de que tal vez nunca abandone este lugar... porque no
querré hacerlo.
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