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Por si andabas buscando un manual para ganarte por accidente a un abusivo, déjame contarte cómo me gané al mío.
Primer error: aceptar el plan loco y horrible de mi hermano para seducir y drogar a la estrella de hockey de mi uni, Yom “Yum” Rustanov, y así descalificarlo por dopaje antes de su gran partido del campeonato internacional. En el diccionario, bajo femme fatale, me encuentras… en la sección de antónimos.
Segundo error: aceptar la invitación de Yum Rustanov a su habitación de hotel cuando mi conciencia no me dejó echarle nada a la bebida. Sí, era mi única oportunidad en la vida de perder la virginidad con un dios del hockey… pero la culpa por mi primer error me hizo salir corriendo entre lágrimas.
Tercer error: regresar a clases. Debí haberme cambiado de universidad. Porque ahora el dios del hockey me embiste contra las paredes, estampa las manos a ambos lados de mi cabeza y me gruñe: —¿De verdad pensaste que tus acciones no tendrían consecuencias?
Así que, sí… me gané por accidente a un abusivo. Uno totalmente empeñado en convertir mi último año de universidad en un infierno… y lo está haciendo aterradoramente bien.
Pero cuando una emergencia de vida o muerte me deja sin nadie más a quien acudir, mi abusivo de corazón helado da un paso al frente—con condiciones. Y ahora me pregunto: ¿aceptar sus términos es mi peor error… o la chispa que prenderá un fuego que jamás podré apagar?

Cuando veas a tu ex despiadado, deberías...
A. Tirarle una bebida en la cara 🍸
B. Decirle que todavía lo odias 💔
C. Casarte con él borracha 💍
D. Todas las anteriores 😱
Mierda. Mierda. Mierda. ¿Por qué elegí la D?
Hace seis años, le devolví el anillo al dios ruso del hockey, Yom Rustanov, por una razón. Una muy buena razón: ¿con qué clase de psicópata casi me caso? Desde entonces, cambié mi nombre, forjé una vida y cofundé un café de adopción de perros mientras ayudaba a mi mejor amiga a criar a su hijo con necesidades especiales. Créeme, estoy sobrecargada de trabajo, abrumada y no tengo tiempo para travesuras...
¿Como despertar en Las Vegas, borracha y casada con mi ex? ¿Cómo pasó esto? Ni idea. Pero ahora Yom quiere que siga siendo su falsa esposa durante noventa días, mientras él compra el equipo de hockey de mi distanciado padre. Y me ofrece cinco millones de dólares por la posible molestia que arruinaría mi vida.
Debería decir que no. Pero cinco millones de dólares podrían cambiarlo todo para mi ahijado después de un diagnóstico devastador.
Todo lo que tengo que hacer es aguantar mientras mi ex se pavonea con sus pantalones deportivos grises, me da besos que me hacen encoger los pies todos los días, como exige el contrato, y se esfuerza por demostrar que no es el monstruo del que huí.
Pero no puedo rendirme. Sé a qué conduce esa mirada hambrienta: Ruina despiadada. Mía.
Y noventa días es un tiempo largo, injustamente caluroso y sudoroso como para no mirar hacia abajo mientras lleva puestos esos pantalones deportivos grises...
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