Nuestros líderes decían que es un honor ser elegidas para ir Abajo.
Dije, ¡que se jodan!
Estuve tan cerca... estuve tan jodidamente cerca de envejecer fuera del proceso de selección para ser ofrecida a los monstruos de Abajo.
Nunca se sabía cuándo nos podían llevar. No era una fecha anual que pudiéramos marcar en el calendario y evitar como una plaga. Estábamos a merced de los caprichos de los monstruos y de sus exigencias, que han aumentado en los últimos años.
Los rumores dicen que los monstruos se comían todos los sacrificios, que su apetito ya no se aplacaba fácilmente, pero no estaba convencida de que eso fuera todo.
Lo que sí sabía con certeza era que no se volvía a ver a ninguna de las seleccionadas.
Dos días antes de mi vigésimo quinto cumpleaños, mi nombre fue sorteado, a sólo cuarenta y ocho horas de quedar exenta.
¿Cómo podía ser la vida tan cruel?
Me negué a aceptar ese destino. Correría. Lucharía. Haría todo menos ceder.
Sin embargo, Abajo es un terreno hostil y extraño empeñado en matar a todas las humanas. Nuestros cuerpos no están diseñados para sobrevivir allí.
Mi única posibilidad de vivir lo suficiente para escapar: ceder a los deseos de los monstruos. Sólo ellos podían darme lo que necesitaba. A cambio, me usarían para sus propias necesidades.
Necesidades que no debería desear, pero que yo misma anhelaba.
Cuando afirmaron que era su salvación, empecé a dudar de mí misma. Me veneraban como a su reina, con toques suaves y una protección que hacía que me flaquearan las rodillas...
Me pregunté si quería seguir con la idea de marcharme.
¿Era esta la razón por la que nadie volvía Arriba?
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