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Raven Vexley es esa chica: con su bebida de pumpkin spice en mano, suéteres acogedores que repite sin cesar y un amor profundo por todo lo relacionado con lo espeluznante. Muy apropiado —o tal vez un poco obvio— si se considera que vive en Hollow’s Moor, un pequeño pueblo donde Halloween comienza a finales de agosto y no termina hasta el último suspiro de noviembre.
La mayoría de los años, Raven y sus amigas pasan la Noche de Halloween yendo de fiesta en fiesta y buscando emociones, pero esta vez, después de unos tragos y unos sustos a medias, deciden hacer algo diferente: Un Escape Room.
The Lock Box es la nueva atracción del Moor. Propiedad de dos hermanastros que se toman Halloween tan en serio como el resto del pueblo, están disfrazados de asesinos de película y esperan a su próxima víctima cuando Raven y su grupo de amigas, entre risas y algo mareadas, entran por la puerta principal. Después de que las chicas eligen la experiencia “Mansión Embrujada”, los pseudo-hermanos les explican las reglas, terminando con una advertencia críptica:
Si las paredes se mueven y su grupo se separa, no miren atrás.
La mansión favorece a quienes siguen adelante…
Todo es diversión hasta que las luces se apagan y Raven se encuentra de pronto sola, acorralada y vulnerable frente a Ghostface y Jason. Su instinto le dice que grite, que corra, pero hay algo en la forma en que esas miradas vacías tras las máscaras se fijan en ella, mientras se acercan, que deja claro que están jugando un nuevo y escalofriante juego… y ella es el premio mayor.
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