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Domino
Dicen que soy un monstruo. Frío. Insensible. Un hombre nacido para gobernar con las manos manchadas de sangre. No se equivocan. No siento culpa cuando mato, solo euforia. No hay nada como la adrenalina de tener la vida de alguien en mis manos, sabiendo que controlo el momento exacto en que termina. La vida es débil. Frágil. La muerte es la única verdad.
Entonces conocí a Remi Cain. Tranquilo. Obsesionado con la belleza de la muerte, igual que yo. En el segundo que lo veo, lo deseo. No solo su cuerpo, sino su oscuridad, las partes que nadie más ve. Quiero poseerlo, romperlo, atarlo a mí con sangre. Lo quiero sin aliento en mis manos, con el corazón palpitando, sabiendo que podría desmantelarlo pieza por pieza hermosa y él me lo permitiría. Destruiré a cualquiera que intente interponerse entre nosotros.
Remi
La vida siempre se ha sentido temporal, fugaz. La gente miente. Los momentos se desvanecen. ¿Pero la muerte? La muerte nunca cambia. Es permanente. Inquebrantable. Lo único en lo que puedes confiar. Eso es lo que siempre he creído, hasta que Domino DeMarco irrumpió en mi mundo.
Es aterrador. Brutal. Hermoso de una manera que debería hacerme correr. Pero no lo hago. No puedo. Domino no solo prospera en el caos; es caos, y lo anhelo más con cada latido de mi corazón.
Estamos unidos por la sangre y la obsesión. En un mundo gobernado por la violencia y la traición, el amor es tan mortal como la muerte misma. Pero para nosotros, tal vez eso es precisamente lo que lo hace hermoso.
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