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Ella huye de un pasado violento…
Él resuelve sus problemas con una espada…
Huyendo de una vida de abusos, Sheri sube a bordo de una nave espacial con destino a una estación lejana, pero nunca llega…
El destino interviene y su viaje da un giro rápido y mortal cuando se estrella en el planeta Atera.
Está rodeada de interminables dunas de arena, criaturas peligrosas y seres alienígenas que le recuerdan a los lagartos de la Tierra.
Pero hay un lagarto en particular que apenas sale de sus pensamientos: ¡un macho sexy, musculoso y con dos piernas, empeñado en protegerla y cuidarla a toda costa!
Drazan es un guerrero feroz, el Ateran más fuerte de las Arenas Rojas, gobierna sus dunas con puño de hierro y espada afilada, y está obligado por su honor a enfrentarse a todos los que desafíen su posición.
Durante una de estas batallas algo… extraño… sucede.
Llueve fuego del cielo y una extraña caja de metal negro llena de hembras se estrella contra las arenas.
Todos sus pensamientos sobre la lucha se pierden ante el encanto de estos extraños humanos, especialmente una mujer de curvas deliciosas que le agita la sangre.
Ahora se encuentra con oscuros anhelos, una fuerte necesidad y una dureza entre las piernas que nunca antes había utilizado.
Con Sheri consumiendo sus pensamientos, puede que Drazan haya olvidado su último desafío, pero el hermano de su oponente no.
Ahora está decidido a ver sufrir a Drazan…
¡incluso si eso significa matar a Sheri!
Puede que sea un regalo de la Diosa, pero él no la quiere. Entonces, ¿por qué no puede dejarla ir?
Kalinda subió a la nave de la Agencia Intergaláctica de Emparejamiento con un único destino en mente: una lejana estación espacial donde conocer a su nuevo compañero por correspondencia. Nada en sus planes incluía aterrizar de emergencia en un planeta de arena habitado por lagartos, atrasado y sin descubrir. No se había apuntado a la aventura y quiere salir de Atera. Bueno... quizá después de pasar un rato con el Señor de la Guerra Nakan. Es una presencia sexy, musculosa y abrumadora de escamas grises que no le importaría explorar. Pero cuando termine con él, buscará la forma de salir de este planeta olvidado de la mano de Dios. No pertenece a Atera, diga lo que diga el hombre lagarto.
Nakan no tiene tiempo en su vida para una compañera. Con su padre recientemente fallecido, debe cuidar de su tribu y luchar contra los aspirantes a su posición como Señor de la Guerra de las Arenas Duras. ¿Una pareja? ¿Y una hembra humana alienígena? No, tiene otras responsabilidades que requieren su atención. Regalo de la Diosa o no, Kalinda de la Tierra no es para él. No importa que sus curvas lo llamen o que su extraña forma alienígena lo atraiga de un modo que ninguna otra hembra lo ha hecho jamás y le agite la sangre como una verdadera compañera. Sin embargo, la negativa de Nakan deja a Kalinda vulnerable. Hay un macho que desea todo lo que Nakan aprecia: su puesto de Señor de la Guerra, el territorio de las Arenas Duras y, lo que es más importante para él que cualquier otra cosa... Kalinda.
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