Los monstruos son los dueños del mundo.
Y ahora, me poseen a mí.
Hay dos papeles para un humano: o eres la mascota de un monstruo o estás muerto.
Cuando me arrancan de mi familia y de la resistencia a los dieciocho años, creo que mi vida ha terminado.
Un segundo estoy luchando contra los monstruos que nos esclavizaron durante años, y al siguiente estoy en un escenario, esperando a que las mismas bestias que cazé y maté pujen por mí.
Todo cambia cuando me compran cuatro de los monstruos más aterradores de toda la existencia y los reyes de nuestro mundo: Los Cuatro Terrores.
El Hombre Vacío, que no tiene cuerpo propio. Como tal, posee todo y a todos a su alcance. Es la luz que parpadea, el muñeco que habla, el lavabo que rebosa.
El Grotesco, alguien a quien nunca había visto con mis propios ojos. Se rumorea que si ves su rostro, morirás de forma horrible y dolorosa. Pero él me susurra, su voz seductora promete todas las cosas pecaminosas que planea hacer conmigo -y a mí- si me abro.
El Devorador, que necesita darse un festín de carne humana para sobrevivir. Tiene garras por manos, cuernos que salen de su cabeza y unos ojos rojos brillantes que me atraen.
Y, por último, la Enredadera, que viaja por los portales de los armarios: la definición del monstruo en el armario. A veces, se sienta en mi habitación, una sombra silenciosa, observándome. Deseándome.
No soy más que una mascota para estas bestias peligrosas y maliciosas. Pero tal vez…
Tal vez quiero ser devastada por los monstruos.
Los monstruos dominan el mundo.
Y ahora, me dominan a mí.
Tras un atentado contra mi vida, me salva un aliado inesperado.
Herida, confusa y enfrentada a emociones que no sé cómo manejar, me refugio en un refugio para monstruos.
Pero me niego a permanecer escondida.
Ante las amenazas que se ciernen sobre nosotros desde todos los ángulos, debo aprender a confiar en los mismos monstruos que juré odiar.
El Grotesco. La Enredadera.
Y entonces, me doy cuenta de que debo salvar a los monstruos que me hirieron y traicionaron.
El Devorador.
Y desafortunadamente, al Hombre Vacío.
Porque algo se agita dentro de mí.
Algo que me dice que tal vez no soy sólo una mascota para estas bestias peligrosas y maliciosas.
Creo que una parte de mí quiere ser devorada por los monstruos.
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