Cuando tenía 17 años, estaba enamorado de una chica preciosa llamada Fischl. Iba a casarme con ella, formar una familia. Era mi único sueño. Solo que los sueños son solo eso. Sueños. La realidad fue la muerte de mi hermana, mi repentina paternidad de un niño y la desaparición de Fischl. La localicé años después, pero cuando la encontré, mi sueño se destruyó.
Crie al hijo de mi hermana como si fuera mío e hice todo lo posible por olvidar a la mujer que me robó el corazón.
Casi funcionó.
Mi hijo está genial, mi negocio de construcción se convirtió en un imperio, pero mi cama lleva fría casi dos décadas. Cuando Fischl reaparece, decido que ya he esperado bastante. Al diablo con guardar secretos o hacer lo correcto, voy a tenerla.
Admito que no soy el tipo más amigable. No estoy en el campo de fútbol lanzando touchdowns ni en clase acumulando notas perfectas.
La mayoría de las veces me las arreglo, pero eso es porque siempre he sabido lo que quiero. Voy a hacerme cargo de la empresa de construcción de casi mil millones de dólares que construyó mi papá... o eso creía.
Mis planes se desmoronan cuando Sadie y su hermano aparecen en mi vida. Su hermano es en realidad el verdadero hijo de mi papá.
Eso convierte a Sadie en mi... no, no puede ser porque una mirada a Sadie y el único pensamiento en mi cabeza es cómo poseerla.
Nuevo plan a ejecutar. Averiguar los complicados lazos familiares. Intentar no matar a mi nuevo hermano.
Convencer a Sadie de que soy el hombre para ella. Fácil, ¿verdad? Bueno, tal vez no, pero vale la pena luchar por lo que vale la pena tener y Sadie lo vale todo
Van
Fleur es un bombón pelirrojo con pecas. Quiero besar cada peca y tener ese pelo rojo en mi puño. Por desgracia, odia a los deportistas y, más concretamente, a mí, pero tengo un plan para enamorarla.
Necesito una novia falsa para alejar a las otras chicas del colegio y poder dedicar mi tiempo a ganar el título estatal. Es una posibilidad remota, pero a veces en las relaciones, como en el fútbol, tienes que lanzar ese pase Ave María.
Fleur
Van es un bombón con hombros anchos y una sonrisa perversa. Todas las chicas quieren besar esa sonrisa y agarrar esos hombros anchos. Por alguna razón, no deja de seguirme. Dice que necesita una novia falsa para defenderse de las otras chicas. Creo que es mentira, pero estoy dispuesta a seguirle la corriente. Es mi último año y merezco divertirme un poco.
Sé que no saldrá nada de esto porque las relaciones no son como el fútbol, donde un jugador dominante puede convertirte en ganador. En cambio, se necesitan dos y sé que mi corazón es el único que está en juego
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