Él es mi depredador, y yo soy su presa. Esta noche, está hambriento de probar lo que es suyo.
Era Halloween, mi época favorita del año. Tenía el trabajo de mis sueños como tatuadora, una mejor amiga leal y un ex que atendía felizmente mis necesidades sin complicar nuestro acuerdo con sentimientos.
Todo iba de maravilla hasta la Noche del Diablo, cuando el enmascarado me observó desde las sombras como un depredador al acecho de su próxima comida, y eso era yo: su presa.
Como cualquier depredador nato, estaba sediento de sangre y se apoderó de mí antes de que pudiera ver la cara que había tras su máscara. No temía matar por un bocado de lo que ansiaba, incluso si eso significaba derramar la sangre de los más cercanos a mí. Una vez que lo probaba, ansiaba más, y cuanto más lo necesitaba, más deseaba yo dárselo.
2
“Observo al monstruo, aprendiendo sus costumbres. Esta noche, cederé, sucumbiendo a la oscuridad.
En cuanto la vi en aquel café, supe que Cara era mía. Puede negarlo todo lo que quiera, pero vi cómo su cuerpo la traicionaba, sentí cómo se aceleraba su pulso. Me anhela, aunque no lo admita.
Ahora, mi chica está donde debe estar: bajo mi control. Cree que puede resistirse a mí y luchar contra lo que ambos sabemos que es inevitable, pero nunca la dejaré marchar. La derribaré, le quitaré hasta la última defensa hasta que no quede nada más que su maldita y dulce rendición.
Es mi obsesión, mi posesión, mi pequeña pesadilla y pronto sabrá que no puede escapar de mí.
Nunca.”
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