Después de una tragedia, es extraño las cosas que recuerdas.
El estruendo ensordecedor de la explosión de la casa.
El miedo paralizante mientras buscaba a mi mujer.
El humo cegador que me quemaba los ojos mientras la sacaba.
Pero el resto de mis días se me grabó en el alma el hecho de que la mujer que tenía en mis brazos no era mi esposa.
Bree y yo éramos los únicos supervivientes, aunque ninguno de los dos estaba realmente vivo después de aquella noche. Como padre soltero sin ningún otro sitio al que ir, me mudé a su casa de invitados. Y de alguna manera, con la culpa y el dolor, forjamos un equipo improbable.
Me costó años, pero vi cómo volvía a sonreír poco a poco, de forma lenta y que cambiaba la vida.
Podíamos sentarnos al aire libre durante horas, sin hablar de nada, y eso llenaba de nueva vida el enorme agujero que tenía en el pecho.
Puede que la haya sacado del fuego, pero la verdad es que Bree me salvó a mí.
Mientras nos curábamos, los secretos y las mentiras del pasado ardían en las cenizas, amenazando con volver a encenderse.
Nuestro amor nació de las brasas, y juntos arderíamos en llamas.
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