Es un psicópata.
Llevaba semanas despertándome con cadáveres a mi lado. Me decía a mí misma que eran alucinaciones, pero la verdad era que mi realidad era un caos. Era difícil saber qué era real y qué era simplemente producto de mi mente traumatizada. Tenían que ser alucinaciones. Yo no era una asesina. Pero aquellos cadáveres sobre mi cama cada mañana me hacían temer que la policía me detuviera y me metiera en la cárcel, a pesar de la falta de sangre en mis manos.
Cuando empecé a trabajar como asistente personal del socio fundador del bufete Volkov, no estaba preparada para la agitación que me esperaba. Todo cambió en cuanto vi al abogado Volkov. Era un hombre misterioso y gruñón que ahuyentó mis demonios. Una hazaña sorprendente teniendo en cuenta que me despertaba con ellos cada mañana. Me hizo enfrentarme a ellos y sentirme valiente por una vez, aunque no creo que él se diera cuenta. Pero hui de él cuando descubrí que era lo que más me aterrorizaba.
Dimitri Volkov no era humano.
Era tenaz. Cuando se fijaba en algo, no paraba hasta conseguirlo. Y había puesto su vista en mí, a pesar de que yo era la única cosa que despreciaba. Humana.
¿Cómo podía sentirme atraída por lo que me aterrorizaba? ¿Tenía deseos de morir? ¿O necesitaba inconscientemente hundirme más en las profundidades de mi esquizofrenia? ¿Realmente había llegado tan lejos? Quizás fue porque me hizo sentir vista, sentirme valiente. Quizá porque se había convertido en mi realidad y en el centro de mi universo. La única cosa que sabía que era real.
Su afición por follar a alguien hasta la muerte era lo único que nos impedía estar juntos.
Pero lo único que no sabía que teníamos en común era que cuando yo quería algo, lo conseguía. Y lo quería a él.
Porque él es mi psicópata.
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