1
Querido diario:
Han pasado tres años desde que le confesé mi amor a mi profesor de inglés, pero mi corazón de todos modos dio un vuelco cuando lo vi en el trabajo.
Por ese entonces, estuvo horrorizado por mi carta, al igual que estuvo sorprendido de verme hoy. Bueno… ¡yo no lo invité a que fuera a la biblioteca! Se encontraba en mi terreno. El gran imbécil.
Y daría cualquier cosa por permanecer lejos, muy lejos de esa mirada conocedora, pero su clase vendrá aquí durante todo el semestre. Estaremos muy cerca.
Sí, voy a morir de humillación todos los días.
Porque a pesar de que su rechazo fue muy duro, a pesar de que soy una mujer adulta ahora, sigo deseándolo. Todavía sueño con él en la cama todas las noches.
El señor Finch no puede saber lo que siento jamás.
Y tiene que dejar de mirarme de la manera en que me mira.
Han pasado tres años desde que le confesé mi amor a mi profesor de inglés, pero mi corazón de todos modos dio un vuelco cuando lo vi en el trabajo.
Por ese entonces, estuvo horrorizado por mi carta, al igual que estuvo sorprendido de verme hoy. Bueno… ¡yo no lo invité a que fuera a la biblioteca! Se encontraba en mi terreno. El gran imbécil.
Y daría cualquier cosa por permanecer lejos, muy lejos de esa mirada conocedora, pero su clase vendrá aquí durante todo el semestre. Estaremos muy cerca.
Sí, voy a morir de humillación todos los días.
Porque a pesar de que su rechazo fue muy duro, a pesar de que soy una mujer adulta ahora, sigo deseándolo. Todavía sueño con él en la cama todas las noches.
El señor Finch no puede saber lo que siento jamás.
Y tiene que dejar de mirarme de la manera en que me mira.
2
Este es un secreto que nunca confesaré: todas las noches, estando en mi cama, escucho la voz de mi jefe.
No, no está conmigo debajo de las sábanas. Eso sería increíblemente delicioso y él nunca me ha deseado de esa manera.
Lo cierto es que es un hábito. Uno que comencé hace algunos meses, mucho antes de comenzar a trabajar para el famoso narrador. Ni siquiera me di cuenta de que el trabajo era con él hasta mi primer día; y para ese entonces, no podía retractarme.
Yo necesitaba el dinero. Él necesitaba una asistente. Ambos necesitábamos dejar de mirarnos fijamente y calmarnos.
Porque su voz en mis oídos es todo lo que tendré.
¿Y ese hombre? Es un placer para los oídos.
Este es un secreto que nunca confesaré: todas las noches, estando en mi cama, escucho la voz de mi jefe.
No, no está conmigo debajo de las sábanas. Eso sería increíblemente delicioso y él nunca me ha deseado de esa manera.
Lo cierto es que es un hábito. Uno que comencé hace algunos meses, mucho antes de comenzar a trabajar para el famoso narrador. Ni siquiera me di cuenta de que el trabajo era con él hasta mi primer día; y para ese entonces, no podía retractarme.
Yo necesitaba el dinero. Él necesitaba una asistente. Ambos necesitábamos dejar de mirarnos fijamente y calmarnos.
Porque su voz en mis oídos es todo lo que tendré.
¿Y ese hombre? Es un placer para los oídos.
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