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Acechar al recluso del pueblo no era precisamente prudente.
Davis era cinco años mayor que yo... antisocial y temperamental. Y estaba el pequeño hecho de que él no sabía que yo existía.
Aún así, le di mi corazón, y él lo aplastó.
Así que recogí los pedazos y huí a Nueva York. Tenía un plan que mantendría mi corazón intacto durante años.
Pero una llamada telefónica lo cambió todo.
Volver a casa significaba enfrentarme al pasado... y al hombre que me arruinó.
Tenía la esperanza de que la montaña se lo hubiera tragado entero.
Pero, cuando me dispongo a ayudar a mis padres, descubro que no sólo está vivo y sano, sino que, al parecer, aman a ese imbécil.
Él no tiene ni idea de que tenemos un pasado, lo que es a la vez un alivio y sal en la herida.
Me prometo a mí misma que ignoraré cómo sus ojos se clavan en mí, o cómo su tacto se siente como un cable en tensión, y recordaré que una vez me rompió, y por eso, me niego a enamorarme de él de nuevo.
Pero no puedo controlar que esta vez parezca estar enamorándose de mí.
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