1
Un jefe insoportable es el primer volumen de Multimillonarios al mando, la nueva serie de Leslie North.
¿Les confieso algo?
Odio las despedidas de soltera. Odio la idea de pasar una noche llena de pajillas con forma de pene, pasos de baile ridículos y mujeres diciéndome: «¡La próxima serás tú, Kaitlyn!». Y las odio todavía más si son en una discoteca superglamorosa de Miami, exactamente el tipo de lugar donde no encajo. La cosa no podría ser peor, ¿no?
Pues, sí: podría ser peor. Con ustedes, el señor «Más-Guapo-Imposible». El rey de los insoportables. Hasta su ceño fruncido tiene el ceño fruncido. Y se pone todavía más insoportable después de que me vuelco unos tragos encima y salpico a una de las invitadas VIP. El tipo debe ser el gerente de la discoteca, porque tiene las llaves del penthouse que está en el piso de arriba. El penthouse al que me invita a pasar para que me cambie. El penthouse donde tenemos sexo por todos lados. El penthouse del que me echa minutos después al recibir una llamada. ¡Les dije que se ponía peor!
¿Están listos para que se ponga incluso peor? Es el primer día en mi nuevo trabajo y ese tipo insoportable resulta ser mi jefe. James Morris, un empresario multimillonario dueño de discotecas y un completo imbécil como jefe (si es que las revistas de chismes dicen la verdad). Y también papá soltero de una niña adorable que necesita mi ayuda.
Pero ¡de ninguna manera puedo aceptar el trabajo! Si cada vez que miro a James, recuerdo esa noche en el penthouse. Y, por el modo en que sonríe cuando me mira, sé que él piensa lo mismo que yo. Pero luego me explica por qué es importante para él que acepte el trabajo. Me dice que me necesita. Me dice que no puedo n
egarme.
¿Les confieso algo más?
Odio a mi jefe.
2
Cuando conocí a Noah Parker, lo primero que me preguntó fue si era una prostituta.
Por lo visto, si eres un agente deportivo multimillonario, encontrarte a chicas medio desnudas en tu habitación de hotel se convierte en un problema… ¿habitual?
De todos modos, eso no me impidió tirarle a la cabeza uno de mis tacones de aguja, pero no le pasó nada. Tiene buenos reflejos.
Aun así, se metió en mi habitación alegando que era la suya, y sin ninguna intención de marcharse. Pero como yo tampoco tenía intención de irme, acabé compartiendo la cama con el señor exigente.
Todo fue bastante casto y no ocurrió nada, aunque es posible que se me ocurrieran algunas ideas… subidas de tono, y tuviera unos sueños muy agradables.
Lo admito, estaba muy bueno. Era un capullo que estaba buenísimo, como un tren.
Pero seguía siendo un capullo, como quedó demostrado cuando despidió a su asistente personal delante de mí, y luego me preguntó si quería el trabajo.
Solo un imbécil de campeonato, alguien que piensa que el mundo gira a su alrededor, podría ser tan arrogante.
Pero, claro, también ofreció pagarme el triple de lo que estaba cobrando por mi trabajo en el periódico.
Me daría acceso a auténticas superestrellas del deporte, y él sería el protagonista de mis fantasías más secretas.
Y eso es un problema, porque no puedo enamorarme del exigente de mi jefe.
Dicen que siempre consigue lo que quiere. Pero yo voy a ser la excepción.
Cuando conocí a Noah Parker, lo primero que me preguntó fue si era una prostituta.
Por lo visto, si eres un agente deportivo multimillonario, encontrarte a chicas medio desnudas en tu habitación de hotel se convierte en un problema… ¿habitual?
De todos modos, eso no me impidió tirarle a la cabeza uno de mis tacones de aguja, pero no le pasó nada. Tiene buenos reflejos.
Aun así, se metió en mi habitación alegando que era la suya, y sin ninguna intención de marcharse. Pero como yo tampoco tenía intención de irme, acabé compartiendo la cama con el señor exigente.
Todo fue bastante casto y no ocurrió nada, aunque es posible que se me ocurrieran algunas ideas… subidas de tono, y tuviera unos sueños muy agradables.
Lo admito, estaba muy bueno. Era un capullo que estaba buenísimo, como un tren.
Pero seguía siendo un capullo, como quedó demostrado cuando despidió a su asistente personal delante de mí, y luego me preguntó si quería el trabajo.
Solo un imbécil de campeonato, alguien que piensa que el mundo gira a su alrededor, podría ser tan arrogante.
Pero, claro, también ofreció pagarme el triple de lo que estaba cobrando por mi trabajo en el periódico.
Me daría acceso a auténticas superestrellas del deporte, y él sería el protagonista de mis fantasías más secretas.
Y eso es un problema, porque no puedo enamorarme del exigente de mi jefe.
Dicen que siempre consigue lo que quiere. Pero yo voy a ser la excepción.
3
Solo quería descansar un segundo…
Lo siguiente que vi fue la atractiva y extremadamente enfadada cara de Theo Barnes, mi cliente multimillonario, inclinada sobre mí.
Si yo soy Ricitos de Oro, él es el más enfadado de los tres osos.
Había añadido a mi trabajo habitual el encargo de fotografiar su flota de yates, y estaba agotada y muy estresada.
Si a eso le añadimos una enorme cama super cómoda en uno de sus yates, no pude evitar quedarme dormida. Y ahora estoy a punto de que me despida.
Claro, que estábamos en mitad del océano, y él me estaba mirando como si fuera la pieza que le faltaba para completar algún rompecabezas.
En lugar de echarme a patadas, me ofreció una enorme cantidad de dinero por un solo día de trabajo; una cantidad a la que era muy, muy difícil decir que no.
Pero debería haberlo hecho, porque este capullo me pidió que fingiera ser su novia durante el resto de la tarde.
Las reglas: nada de muestras de afecto, no dejarme amedrentar por sus invitados, y la farsa termina cuando lleguemos a puerto.
Cumplimos la primera regla durante unos cuatro minutos.
Se suponía que lo de fingir ser su novia sería una única representación, pero después su madre insistió en que asistiera a la boda de uno de sus familiares con una «buena chica». Y Theo pensó en mí.
Una «buena chica» habría dicho que no, pero aquí estoy, con el Señor Arrogante. Claro, que no está tan mal. Besos contra las reglas, sexo increíble…
Pero el sexo tiene consecuencias.
Y Ricitos de Oro tiene una sorpresa para el oso gruñón.
Solo quería descansar un segundo…
Lo siguiente que vi fue la atractiva y extremadamente enfadada cara de Theo Barnes, mi cliente multimillonario, inclinada sobre mí.
Si yo soy Ricitos de Oro, él es el más enfadado de los tres osos.
Había añadido a mi trabajo habitual el encargo de fotografiar su flota de yates, y estaba agotada y muy estresada.
Si a eso le añadimos una enorme cama super cómoda en uno de sus yates, no pude evitar quedarme dormida. Y ahora estoy a punto de que me despida.
Claro, que estábamos en mitad del océano, y él me estaba mirando como si fuera la pieza que le faltaba para completar algún rompecabezas.
En lugar de echarme a patadas, me ofreció una enorme cantidad de dinero por un solo día de trabajo; una cantidad a la que era muy, muy difícil decir que no.
Pero debería haberlo hecho, porque este capullo me pidió que fingiera ser su novia durante el resto de la tarde.
Las reglas: nada de muestras de afecto, no dejarme amedrentar por sus invitados, y la farsa termina cuando lleguemos a puerto.
Cumplimos la primera regla durante unos cuatro minutos.
Se suponía que lo de fingir ser su novia sería una única representación, pero después su madre insistió en que asistiera a la boda de uno de sus familiares con una «buena chica». Y Theo pensó en mí.
Una «buena chica» habría dicho que no, pero aquí estoy, con el Señor Arrogante. Claro, que no está tan mal. Besos contra las reglas, sexo increíble…
Pero el sexo tiene consecuencias.
Y Ricitos de Oro tiene una sorpresa para el oso gruñón.
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