A mis diez años, mi padre, quien me puso el nombre de una pistola, me enseñó a despellejar y cocinar una ardilla. Mi única influencia femenina fue Dharla Cornburner quien me dijo que tenía que echar un polvo.
Me crie com o una salvaje a base de locuras, así que cuando tres exmilitares buenorros aparecen en mi puerta hablando de una plaga y del fin del mundo tal y como lo conocemos, ni me inmuto.
Insisten en que debo ir con ellos, que me mantendrán a salvo. Estoy perfectamente bien donde estoy, pero siempre he sido una chica aventurera, y ellos tres y sus músculos parecen un lugar excelente para un bocadillo.
Estos chicos están tensos casi hasta el punto de rom perse. Lo que resulta que es justo como me gustan. Parece que el fin del mundo se ha vuelto m ucho más divertido. Que em piece el juego.
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