«Un día seré tu dueño.»
Era sólo una niña cuando Peyton susurró esas palabras que se grabaron a fuego en mi alma.
Por aquel entonces, pensé que quizá le había oído mal. O que igual no conocía el significado detrás de sus palabras.
Entonces no era más que un desconocido malhablado de cara bonita.
Ahora, es el hombre sentado frente a mi padre, dispuesto a cobrar su deuda. «Su hija o la empresa», exige Peyton, y mi padre tartamudea.
Eso había dolido. No es que importase. La empresa era mi vida. Pero, como he dicho, yo era la hija de mi padre y no algo que subastar. Sobre todo a Peyton Sharpe.
Pronto aprendería que Peyton siempre conseguía lo que quería.
La compañía.
Mi cuerpo.
A mí.
Sólo me queda confiar en que tengo lo que hace falta para conservar mi corazón.
No lo puedo descargar
ResponderEliminar