La primera vez que conocí a Merrick Crawford fue durante mi entrevista de trabajo.
Bueno, técnicamente, lo había conocido veinte minutos antes, cuando irrumpió en un probador a unas puertas de mi cita.
Yo grité. Él gritó. Después de una discusión mientras estaba de pie en mi sujetador, procedí a golpear la puerta contra el magnífico imbécil, intentando cerrarla de un tirón.
Como se pueden imaginar, me asusté cuando descubrí que el tipo maleducado era mi posible nuevo jefe.
Sin embargo, no parecía reconocerme. O eso creía... Hasta que acabamos discutiendo de nuevo durante mi entrevista y me dijo que fuera a olerme la axila.
De acuerdo, quizá no me había cambiado exactamente cuando me sorprendió. En mi defensa, había estado atrapada en un tren caliente durante dos horas y quería asegurarme que no olía mal.
Obviamente no esperaba conseguir el trabajo. Pero de alguna manera llegó a mi bandeja de entrada una invitación para una segunda entrevista.
Antes de irme, pedí ver a Merrick. Necesitaba saber por qué estaba en consideración después de nuestro desastroso comienzo.
Resultó que Merrick sólo quería contratarme porque yo era la candidata menos competente. Parecía que su junta directiva lo obligaba a cubrir el puesto, en contra de sus deseos.
Realmente no quería trabajar en un lugar donde mi jefe esperaba que fracasara. Pero pensé que tal vez disfrutaría demostrándole que estaba equivocado. Fue una pequeña cosa que apodé El Proyecto del Jefe.
Para lo que no estaba preparada era que habría otras cosas que disfrutaría haciéndole a Merrick Crawford.
Involucrarse con el jefe no fue la elección más inteligente.
Pero ya sabes lo que dicen sobre las elecciones: Algunas las lamentamos, otras nos enorgullecen. No tenía ni idea de dónde iba a caer ésta.
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