Lujuria. Deseo. Obsesión. Celos.
Emociones que no tengo derecho a sentir. Anna Petrakova no es mi esposa. No es mi novia. Demonios, ni siquiera es mi amante.
Es mi niñera.
He tenido buenas razones para mantener nuestra relación profesional, al menos en la superficie. Y aún mejores razones para seguir cada movimiento que hace, memorizar cada detalle de su vida, cuidarla, mantenerla a salvo.
Anna es mía. Mi obsesión. Mi adicción. El amor de mi vida.
Sólo que ella aún no lo sabe.
¿Eso me hace ser un enfermo, un retorcido? Definitivamente.
Sin embargo, mi preciosa chica también tiene sus secretos. Secretos que cree que puede ocultar de mí. Pero cuando descubro su secreto más travieso, sé que tengo que actuar, aunque sea imprudente, aunque eso haga que nuestras vidas vuelen en pedazos
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