Imagínate esto:
Es Nochebuena.
Y estás ahí, bebiendo ponche de huevo, ocupándote de tus asuntos en tu acogedor apartamento. La chimenea está encendida y chispeando, y el olor de tu nuevo árbol de Navidad flota en el aire.
Todo es perfecto.
Hasta que tu proyecto de manualidades sale terriblemente mal, creando de alguna manera un portal del inframundo en tu apartamento.
Monstruos que habrías temido que acecharan en los oscuros rincones de tus habitaciones por la noche salen arrastrándose desde las fosas del infierno.
Bueno, eso es exactamente lo que me pasó a mí. Diría que fue una pesadilla, pero en realidad fue el día en que mi vida cambió para mejor.
Conocí mis deseos más profundos, descubrí que tenía manías con las que nunca me había atrevido a soñar, dejando atrás mi inocencia. La refinada y tímida maestra de jardín de infancia dejó de serlo.
Hicieron aflorar mis necesidades con sus palabras y toques sucios, y ahora no querría volver a estar en la lista de los buenos.
No cuando ser mala se sentía tan bien.
Te contaré lo que me hicieron, pero sólo si crees que puedes soportarlo.
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