A la edad de diez años, Miranda Cheever no mostraba indicios de Gran Belleza. E incluso a los diez, Miranda aprendió a aceptar las expectativas que la sociedad tenía para ella… hasta la tarde en que Nigel Bevelstoke, el guapo y gallardo vizconde Turner, solemnemente besó su mano y le prometió que un día ella se convertiría en ella misma, que un día sería tan hermosa como inteligente.
E incluso a los diez años, Miranda supo que lo amaría para siempre.
Rumores y cotilleos… el alma de Londres
Cuando Olivia Bevelstoke es informada que su nuevo vecino pudo haber matado a su prometida, ella no cree eso ni por un segundo. Pero no puede evitar espiarlo sólo para estar segura. Así es que vigila desde un lugar cercano a la ventana de su dormitorio, ingeniosamente oculta por cortinas y relojes. Espera y descubre a un hombre muy intrigante, que definitivamente está tramando algo.
Sir Harry Valentine trabaja para la rama aburrida del Ministerio de Guerra, traduciendo documentos vitales para la seguridad nacional. No es un espía, pero ha tenido todo el entrenamiento, y cuando una espléndida rubia comienza a vigilarlo desde su ventana, él instantáneamente desconfía. Pero justo cuando decide que ella no es nada más que una debutante molestamente curiosa, descubre que ella podría estar comprometida con un príncipe extranjero, quien podría estar complotando en contra de Inglaterra. Y cuando Harry es atrapado espiando a Olivia, se da cuenta que estar enamorándose de ella…
Es su primera temporada en Londres y la joven Annabel Winslow ya ha conseguido un pretendiente. El conde de Newbury, un anciano repugnante que solo busca heredero para su fortuna, le ha propuesto un matrimonio de conveniencia que solucionaría la penuria económica de su familia tras la muerte de su progenitor. A pesar de sus reservas hacia el noble, Annabel no ve otra salida a las difíciles circunstancias a las que se enfrentan los suyos y ya ha tomado una determinación.
Hasta que el atractivo canalla Sebastian Grey, sobrino del conde y aspirante a su título y fortuna, se cruza en su camino hacia el altar. ¿Qué hacer? ¿Seguir la lógica y los dictados de las convenciones y entregarse a una vida lúgubre e infeliz o capitular ante la desaforada pasión que ha nacido con una simple mirada y un roce casual?
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