Blake Royal tiene todo lo que cualquier hombre puede desear. Es propietario de uno de los mejores hoteles de Las Vegas, tiene más dinero del que es capaz de contar y, desde que fue adoptado por Max Royal, posee, por fin, la familia con la que siempre soñó. Solo hay una cosa que le quita el sueño, y es el conocimiento de haber roto una promesa del pasado. La promesa más importante de todas.
Arizona no tuvo una infancia fácil. Creció entre familias de acogida que nunca la trataron bien y perdió al único ser humano que una vez consideró familia cuando lo adoptaron y se olvidó de ella, así que al crecer se dedicó a contar cartas en el póker para ganar dinero y demostrarse a sí misma que no necesitaba de nadie para salir adelante. El problema es que cuando llega a Las Vegas para jugar uno de los torneos de póker más prestigiosos en el hotel Royal, se encuentra cara a cara con su pasado.
Blake tiene, por fin, la oportunidad de limpiar su conciencia y cumplir su promesa.
Arizona hará lo posible por cumplir la que se hizo a ella misma después de que él la abandonara: prohibido confiar en Blake Royal.
¿Quién ganará esta mano?
Brooklyn Royal camina por la vida como el hombre seguro de sí mismo que es. Claro que es fácil ser seguro de sí mismo con un rostro como el suyo, un cuerpo como el suyo y siendo, además, uno de los dueños del hotel más prestigioso de Las Vegas.
No le faltan mujeres, los lujos ni el amor de una buena familia, pero, aun así, siente que tiene un vacío.
Quizás sean los recuerdos dolorosos de cuando no era más que un niño asustado y huérfano.
Puede que se trate de un anhelo inconsciente, no lo sabe.
Lo que si sabe, cuando ve a la nueva chef de uno de sus restaurantes, es que Jolie tiene la llave que abre la puerta hacia ese “algo” que anhela.
Lo sabe, aunque sea una locura.
Aunque su cabeza le diga que tiene que salir corriendo, porque ella tiene demasiados fantasmas acechando.
O quizás, precisamente por eso, es por lo que decide quedarse y apostar por la que cree que puede ser la mejor partida de su vida
Dexter Royal y Havana Gardner se odian desde siempre. Bueno, quizás decir siempre sea exagerar un poco. Se odian desde que se conocieron siendo adolescentes en el instituto de élite de Las Vegas en el que estudiaban. ¿Cómo no iban a odiarse? Dexter detestaba la frivolidad que Havana representaba.
No era más que una niña mimada que lo tenía todo y, aun así, se negaba a valorarlo. ¿Cómo no iba Havana a odiar a Dexter? Lamentaba su pasado, pues al parecer había perdido a su familia, pero eso no le daba derecho a ser cruel. Él no sabía lo que le ocurría, pero eso no le impedía ridiculizarla y… y… Se odiaban. Sí. Era un hecho. Llevaban toda la vida odiándose y quizás, por culpa de ese odio, se habían perdido durante años una relación que podría haber hecho historia.
Claro que Dexter prometió no acercarse nunca a Havana, aunque fuera hermana de uno de sus mejores amigos, y Havana prometió no bajar la guardia nunca con Dexter. El único problema es que ahora están obligados a trabajar en el mismo hotel y ¿quién sabe? Igual descubren que, a veces, el odio enmascara el amor más grande e intenso del mundo.
Lucky pensaba que tenía clara su única regla en la vida: pase lo que pase, no te enamores.
Eve pensaba que conocía a Lucky Royal mejor que nadie por todos los escándalos que habían saltado sobre él a lo largo de los años.
Lucky creía que su nueva ayudante era fría con todo el mundo, hasta que descubrió que solo lo era con él.
Eve creía que lo tenía todo controlado. No iba a dejar que Lucky se acercara a ella lo suficiente como para afectarle.
Lucky de verdad pensaba que no podía enamorarse porque él no sabía amar.
Eve no lo sabía, pero estaba a punto de cambiar eso.
Lucky creía que ella era todo lo que una chica podía desear.
Eve no podía permitirse desearlo. Había demasiado en juego.
Los dos pensaron, en algún momento, que lo suyo era imposible y que todo estaba controlado, pero debieron adivinar que, el amor, a menudo, juega sus propias reglas y llega sin avisar ni pedir permiso.
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